Fobia a la Sangre y a las Agujas (Hematofobia: Una Fobia diferente)

Hematofobia

Tener una cierta aprensión a la sangre y las heridas es bastante común. Sin embargo, para algunas personas, es algo más y llega a ser una fobia que puede tener repercusiones significativas en diferentes ámbitos de la vida de quien la padece y muy especialmente en su salud, ya que la persona puede llegar a evitar consultas médicas, pruebas, tratamientos o intervenciones necesarias.

Esta fobia, posiblemente, está altamente influida por factores genéticos ya que un elevado porcentaje de personas que la sufren tienen antecedentes familiares.
La fobia a la sangre presenta un patrón fisiológico distinto a las demás fobias. Ante la presencia y/o el recuerdo de las situaciones que la desencadenan (perspectiva de ser inyectado, ver sangre o una herida abierta), existe una respuesta en dos fases:
  • Primera fase. Al igual que en las demás fobias se produce un incremento de la presión arterial y frecuencia cardíaca. También sudoración, nerviosismo, etc.
  • Segunda fase. Se produce una rápida caída de la presión sanguínea y de la frecuencia cardíaca, acompañado de la sensación de desfallecer, de frío y palidez, lo que frecuentemente va seguido del desmayo.
El tratamiento dirigido a la primera de estas fases se orienta con las mismas estrategias cognitivo-conductuales que las demás fobias (intervención a nivel de estrategias cognitivo-conductuales para regular la ansiedad anticipatoria y estrategias de afrontamiento).
Para abordar la segunda fase existe una técnica específica que se denomina tensión muscular aplicada, dirigida a evitar la caída de la presión arterial. Y con ello, la prevención del desmayo.
Para aplicarla, el paciente tiene que lograr reconocer estas etapas que se producen en su nivel de activación para controlarlas y posteriormente mantener un estado de tensión tanto física como mental durante la exposición.