Es conveniente que los niños sepan nadar, aunque este hecho no exime de la responsabilidad de una vigilancia adecuada por parte de los adultos.
Si el niño no sabe nadar, utilizar siempre sistemas de flotación adecuados a su edad y comprobar que éstos no se puedan desabrochar o deshinchar accidentalmente.
No dejar nunca de controlar a los niños ni un solo momento si se están bañando o están en los alrededores de la piscina.
Recordar que los niños muy pequeños pueden sufrir un ahogamiento incluso con pocos centímetros de agua.
Evitar que se tiren de cabeza sin comprobar antes la profundidad de la zona en que lo hacen.
Evitar que corran o jueguen a empujarse en el borde de la piscina.
Controlar el acceso de los niños a las piscinas privadas y comunitarias.
Comprobar que la cloración de las piscinas privadas o comunitarias sea la adecuada. El exceso de cloro puede producir irritaciones en la piel y los ojos y si el nivel es más bajo del adecuado pueden crecer gérmenes en el agua y ser una fuente de infecciones.
En las piscinas públicas utilizar siempre calzado plástico en las duchas y los lavabos a fin de evitar infecciones.