Baxarias Mir Victoria
Trastorno Psicótico y Trastorno bipolar
Trastorno Psicótico:
La esquizofrenia es un trastorno mental que precisa, para ser diagnosticado, de la presencia de dos o más de los siguientes síntomas:
- Ideas delirantes: pensamientos que no corresponden con la realidad.
- Alucinaciones: percepción de sonidos, visiones o sensaciones olfativas o táctiles que nadie más percibe.
- Lenguaje desorganizado o incoherente.
- Comportamiento gravemente desorganizado.
- Síntomas negativos: introversión, empobrecimiento afectivo, apatía y déficits cognitivos (problemas de atención, memoria, concentración o capacidad de planificación).
Para efectuar el diagnóstico de esquizofrenia esta sintomatología debe comportar cierta disfunción social o laboral, de modo que una o más áreas importantes de la vida de la persona, como son el trabajo, las relaciones interpersonales o el cuidado de uno mismo, estén claramente por debajo del nivel previo al inicio del trastorno.
¿Cuáles son las causas de este trastorno mental?
Para que un individuo desarrolle esquizofrenia debe existir una vulnerabilidad genética, sobre la que van a actuar una serie de estresores psicológicos y ambientales para, finalmente, desarrollar la enfermedad. El peso relativo de cada uno de estos factores está lejos de ser precisado y, aún hoy, es objeto de continuos debates. La vulnerabilidad genética sería un factor necesario, aunque no suficiente, para desencadenar el trastorno.
¿Cuántas personas padecen esquizofrenia?
La prevalencia de la esquizofrenia (proporción de personas que pueden experimentar la enfermedad en algún momento de su vida) se ha establecido tradicionalmente en el 1% de población. Sin embargo, estudios recientes sugieren que esta cifra está por encima de la realidad y apuntan una proporción de entre 0,5 al 0,8%. Esta proporción se incrementa hasta el 10% en parientes de primer grado de individuos con esquizofrenia. Por otra parte, no existen diferencias entre hombres y mujeres ni entre países.
¿Cómo se diagnostica este trastorno mental?
El diagnóstico de la esquizofrenia sigue siendo fundamentalmente clínico, es decir, basado en la sintomatología que presenta el paciente. Para determinar el alcance de los déficits cognitivos puede ser necesario efectuar una exploración neuropsicológica, que consiste en una serie de pruebas que valoran la capacidad de atención, concentración, memoria de trabajo y capacidad de planificación y ejecución. Sólo en casos muy concretos debemos recurrir a pruebas de neuroimagen (resonancia magnética funcional o SPECT), que pueden ser de ayuda al diagnóstico, aunque no son determinantes.
¿Cuál es el tratamiento de la esquizofrenia?
Los fármacos antipsicóticos poseen una elevada eficacia para tratar las ideas delirantes y las alucinaciones, aunque son menos eficaces para tratar los síntomas negativos. A pesar de que, como todos los fármacos, pueden tener ciertos efectos secundarios, con una individualización del tratamiento y una dosificación cuidadosa se logra un buen ajuste del tratamiento farmacológico. Junto con éste, es importante también llevar a cabo un tratamiento psicológico de tipo cognitivo conductual, que aporte al paciente estrategias para manejar los síntomas de su enfermedad y los factores estresantes que puedan exacerbarla. Si existe deterioro social, será también imprescindible un enfoque psicosocial del tratamiento, procurando al paciente habilidades sociales y recursos socio laborales, que le permitan integrarse mejor en la sociedad.
Con un tratamiento y control adecuados, el pronóstico, a nivel de desempeño social y de posibilidad de recaídas, es bueno en una mayoría de casos.
- Trastorno bipolar
El trastorno bipolar, antiguamente conocido como psicosis maníaco depresiva, es un trastorno caracterizado por la alternancia de fases de euforia con fases depresivas. Es importante no confundirlo con las variaciones del estado de ánimo reactivas a factores del entorno, que ocurren en breves períodos de horas o días y que son debidas a determinados rasgos de personalidad. En el trastorno bipolar, las fases de euforia o depresión, si no se tratan, pueden durar semanas o meses y no guardan necesariamente relación con problemas del entorno.
Actualmente el trastorno bipolar se considera como un espectro de diversos trastornos, categorizados en cuatro tipos distintos: trastorno bipolar I, trastorno bipolar II, ciclotimia y trastorno bipolar no especificado, que reflejan distintas formas de presentarse la alteración cíclica del ánimo.
Los síntomas más significativos de cada una de las fases son los siguientes:
- En fase eufórica o maníaca: irritabilidad, aumento de energía y de "claridad mental", verborrea, aumento de la sociabilidad, menor necesidad de dormir, hiperactividad, susceptibilidad, aumento del impulso sexual y de comportamientos potencialmente dañinos (consumo de drogas, conducción irresponsable). Existe la posibilidad de presentar síntomas psicóticos (ideas delirantes o, menos frecuentemente, alucinaciones).
- En fase depresiva: sentimientos de tristeza y desesperanza, baja energía, sentimientos de culpa o de ruina, pérdida de autoestima, insomnio nocturno, somnolencia diurna, dificultades de concentración, dificultad para tomar decisiones, posibilidad de ideas de suicidio.
¿Cuáles son las causas de este trastorno?
Al igual que en la esquizofrenia, debe existir una cierta predisposición hereditaria para que la enfermedad se desencadene. Esta vulnerabilidad genética no viene condicionada por un solo gen, sino que es la resultante de una compleja carga genética que puede comportar predisposición a otros trastornos psiquiátricos, como la depresión o la esquizofrenia. Aproximadamente un 70% de los pacientes tienen algún familiar con el trastorno o con episodios depresivos.
Sobre esta carga genética actúan factores psicológicos, como una menor tolerancia al estrés y acontecimientos del entorno que pueden constituirse en desencadenantes inmediatos, tanto de un episodio depresivo (cuando el acontecimiento es negativo) como de un episodio maníaco (cuando el acontecimiento externo significa un logro personal para el individuo).
¿Cuántas personas padecen trastorno bipolar?
La prevalencia del trastorno bipolar I se sitúa entre el 0,4 y el 1,6 % de la población, siendo igual para ambos sexos y entre grupos étnicos. Si incluimos los distintos tipos de trastornos dentro del espectro bipolar, la prevalencia oscila, según estudios, entre el 2,6 y el 6,4% de la población general, dependiendo de los criterios diagnósticos que cada estudio ha tenido en cuenta.
¿Cómo se diagnostica este trastorno?
El diagnóstico inicial del trastorno bipolar se lleva a cabo por los síntomas que refiere el paciente o sus familiares (en los episodios maníacos el paciente se siente tan lleno de energía que lo último que se plantea es la posibilidad de padecer un trastorno).
Debido a que el trastorno bipolar puede presentarse de formas muy diversas y con otros trastornos psiquiátricos comórbidos (que se presentan conjuntamente), estos síntomas deben ser analizados muy cuidadosamente, tanto para no efectuar diagnósticos erróneos como para evitar que un posible trastorno quede sin diagnosticar (y, por tanto, sin tratar).
Para llevar a cabo el diagnóstico deben excluirse posibles enfermedades que produzcan síntomas similares. Por ello se suele llevar a cabo una analítica básica con función tiroidea y, si se precisa, un electroencefalograma y un TAC craneal para descartar lesiones cerebrales.
Una exploración neuropsicológica puede determinar el alcance de los déficits cognitivos, cuando estos están presentes.
¿Cuál es el tratamiento del trastorno bipolar?
El objetivo del tratamiento es evitar los ciclos, mantener al paciente con el ánimo eutímico y minimizar el efecto de los posibles síntomas residuales.
El tratamiento de base es farmacológico, mediante los llamados estabilizadores del ánimo. El representante más importante de este grupo de fármacos es el litio. También es el más antiguo, ya que se usa como tratamiento del trastorno bipolar desde 1948. Desde entonces han aparecido otros estabilizadores, la mayoría fármacos anticonvulsivantes, que han demostrado su eficacia en esta indicación. Junto con los estabilizadores del ánimo pueden usarse otros fármacos, como antidepresivos o antipsicóticos, en determinados momentos de la evolución del trastorno.
Un elemento clave en el tratamiento del trastorno bipolar es que el paciente tenga conciencia y conocimiento de su enfermedad, ya que ello le va a permitir actuar con la mayor rapidez posible y afrontar las posibles recaídas con el máximo de recursos. Esto se logra mediante la psicoeducación, que debe recibir el paciente y, a ser posible, la familia más allegada. Con todo ello, se alcanza el control de la enfermedad en un alto porcentaje de casos.
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