Trastorno obsesivo-compulsivo

El trastorno obsesivo compulsivo se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones.

Las obsesiones se definen como pensamientos, ideas, impulsos o imágenes que sin querer irrumpen en la mente de modo intrusivo, repetitivo e indeseado causando ansiedad o malestar significativo. No se trata de preocupaciones sobre la vida cotidiana, la persona trata de ignorarlas o eliminarlas sin éxito y reconociendo que son fruto de su mente e irreales.

Las compulsiones son comportamientos repetitivos, rituales motores o actos mentales, que se hacen para reducir el malestar y el estrés que causan las obsesiones o para evitar un daño improbable para sí mismo o para los demás.

Los síntomas más habituales son:

  • Miedo a contaminarse
  • Necesidad de lavarse las manos
  • Necesidad de ordenar y poner cada cosa en su lugar
  • Temor a enfermar

Tanto las obsesiones como las compulsiones hacen perder mucho tiempo y energía a la persona que las sufre, originándole una desadaptación familiar, escolar y/o social.

Además, los niños y adolescentes se ven "diferentes" porque su forma de pensar y comportamientos no son como los de sus amigos y familia, sintiendo vergüenza y generando problemas para mantener el control de su ira y su autoestima.


Tratamiento
Cada vez con mayor frecuencia niños y adolescentes son diagnosticados de trastorno, por lo que es preciso iniciar cuanto antes el tratamiento para facilitar su vida cotidiana que, en caso contrario, puede volverse muy difícil y estresante.

El psicólogo tratará de analizar las conductas y enseñará diferentes maneras de pensar, actuar y reaccionar a situaciones; y estas diferentes maneras de hacer las cosas ayudan a la persona a sentirse menos ansiosa y temerosa sin tener pensamientos obsesivos o sin tener que actuar de manera compulsiva.

Los psiquiatras pueden recetar medicamentos para ayudar a tratar el TOC. En cualquier caso es preciso que los padres se involucren en el tratamiento de su hijo, siempre bajo la guía del terapeuta.