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La revolución de la inmunoterapia en el tratamiento del cáncer

Inicialmente el tratamiento del cáncer se basó en la destrucción de las células tumorales mediante la administración de tratamientos de quimioterapia.

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Con el desarrollo de la biología molecular hemos ido aprendiendo que en el crecimiento de los distintos tumores no solamente era importante la célula, sino también, otros factores del estroma como son los vasos sanguíneos que nutren las células tumorales (desarrollo de terapia anti angiogénica), las alteraciones genómicas que producen proteínas que se convierten en dianas terapéuticas (mutaciones drives del tumor). Sin embargo, el cambio más importante que se ha producido los últimos años es la terapia basada en la regulación del sistema inmunitario. Esta terapia ha permitido obtener resultados muy relevantes sobre todo a largo plazo.

El sistema inmunitario tiene la capacidad de bloquear a la célula tumoral y evitar el desarrollo de tumores en nuestro día a día. Sin embargo, los tumores acaban desarrollando estrategias de invisibilidad, lo que permite a la célula cancerígena no ser reconocida como extraña. Esta invisibilidad la consigue mediante la expresión de proteínas de superficie que bloquean un receptor expresado en la superficie de los linfocitos T que son las células encargadas de su destrucción.

Debemos ser consciente de que la inmunoterapia no funciona en todos los tumores. A modo de guion, los tumores se clasifican en tres grupos: Los denominados tumores inflamados que son aquellos tumores que tienen linfocitos en su interior y que el tumor expresa los antígenos anteriormente mencionados. Esto permite que estos antígenos que facilitan la invisibilidad puedan bloquearse con los tratamientos y permitir a los linfocitos que se encuentran en su interior ejercer su función que no es otra que la destrucción tumoral. Después están los tumores denominados tumores inmunoexcludios en los que la expresión de PDL1 y de los linfocitos se encuentra localizado en la periferia del tumor, pero no en su interior y por último, aquellos tumores denominados fríos o inmunodesérticos ya que no tienen ni linfocitos ni antígenos expresados. Es fácil comprender que los primeros responderán bien a las terapias de inmunología, pero tanto en los segundos como los clasificados en el tercer grupo no funcionarán las terapias a nuestro alcance. En estos, es fundamental buscar estrategias terapéuticas que nos permitan convertirlos en tumores del primer tipo ya sea con la administración de tratamientos de quimioterapia, terapias anti angiogénicas o terapias anti-diana. Por lo tanto, no todos los tumores responderán igual a las terapias de inmunología y por esto es importante consultar a un especialista que nos pueda orientar en cuál es la mejor opción terapéutica.

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Una ventaja de este tipo de terapia, tal como se ha mencionado anteriormente es lo que se denomina la memoria oncológica que permite a nuestro sistema inmune seguir reconociendo el tumor como "extraño" a pesar de la interrupción del tratamiento lo que puede se traduce en supervivencias prolongadas. Sin embargo, la activación del sistema inmunitario puede, desencadenar efectos secundarios inmuno-relacionados que pueden afectar a cualquier órgano y que en casos muy concreto pueden ser graves, o bien, precipitar la exacerbación de enfermedades autoinmunes que estaban subyacentes. Por este motivo es importante que la persona que indique y controle el tratamiento tenga amplia experiencia en la administración de estos tratamientos y en la identificación precoz de las toxicidades.


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