Trastornos depresivos

Depresión

La primera referencia histórica que encontramos sobre la depresión se vincula a un documento redactado por Hipócrates (siglo IV aC), en el que hablaba de la melancolía como un estado de abatimiento, tristeza e inhibición. Actualmente, la prevalencia se sitúa entre el 4-6% de la población mundial, y afecta al doble de mujeres que de hombres.

Si bien este término se ha popularizado en el lenguaje coloquial, para diagnosticarla se requiere que, durante al menos dos semanas, la persona presente diariamente al menos 5 de los siguientes síntomas:

  • Estado de ánimo deprimido.
  • Disminución del placer o interés por cualquier actividad.
  • Aumento o disminución del peso/ apetito.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Agitación o enlentecimiento psicomotor.
  • Fatiga o pérdida de energía.
  • Sentimientos excesivos de inutilidad o culpa.
  • Problemas de concentración y de toma de decisiones.
  • Ideas recurrentes de muerte o suicidio.

La depresión también puede manifestarse con una sensación de permanente irritabilidad, preocupación excesiva por problemas que la persona podría solucionar previamente sin dificultad, pensamientos negativos sobre uno mismo, el mundo y el futuro y, también, aislamiento.

La depresión puede poseer un importante componente biológico que requiere tratamiento farmacológico. Cuando la depresión aparece como una respuesta psicológicamente comprensible a una situación adversa, sea en el plano personal, familiar, social o profesional, se denomina trastorno depresivo de tipo exógeno o reactivo, y puede, aunque no siempre es así, ser tratada exclusivamente con tratamiento psicológico.

Este tratamiento psicológico consistiría en:

  • Técnicas conductuales: asignación de tareas graduadas, así como de tareas de dominio o placer.
  • Técnicas cognitivas: reestructuración cognitiva y entrenamiento en habilidades sociales.