Ecografía con contraste de hígado y riñon

La ecografía será la segunda técnica de diagnóstico por la imagen en aparecer tras los Rayos-X y antes que la Medicina Nuclear, el TC y la RM. Prácticamente desde sus inicios el TC y la RM han dispuesto del contraste (iodado para el TC y gadolineo para la RM) para mejorar la visualización de las diferentes estructuras algo que la ecografía no ha logrado hasta el cambio de milenio cuando se desarrolla un contraste específico para este técnica. Este contraste es posible gracias a la consecución de unas burbujas de diámetro inferior a 10 micras, lo que ha permitido que crucen el territorio capilar pulmonar y distribuirse por todos los vasos del organismo.

Esto representa que con la ecografía podemos ofrecer estudios relacionados con el grado de vascularización de una lesión o de una víscera como el hígado. Estos estudios ecográficos con contraste nos permiten caracterizar una lesión hepática y nos indican si una lesión capta el contraste o no. Esto es importante cuando nos proponemos hacer una ablación con radiofrecuencia, con el fin de saber si capta o no para poder decir, después del procedimiento, si todavía queda una parte de la lesión para ser tratada o bien poder confirmar que ha habido una ablación completa. En el hígado, el contraste nos ayuda a hacer visibles lesiones que podrían pasar desapercibidas sólo con el modo-B.

Con el contraste perdemos el principio de no invasibilidad de la ecografía y, necesariamente, tenemos que hacer una punción venosa con el fin de poner una vía, a través de la cual el administraremos. Al finalizar el estudio se retira la vía.